domingo, 10 de abril de 2016

La yerra. Nuestra pintura cumple 30 años

En el año 1986 un grupo de alumnos de la Escuela 11 de Melo realizó una pintura mural sobre la yerra. La misma fue premiada por pinturas INCA.
Vea lo que es una yerra contada por el Dr. Boutón y la pintura de 1,30 por 1 metro expuesta en el MEC y en La Intendencia de Montevideo.


La Yerra antigua
Roberto J. Boutón - "La vida rural en el Uruguay" (1961)

“Se da este nombre a la operación de marcar ganado. Es en otoño que generalmente se lleva a cabo y al mismo tiempo se hace la capación (castración), pero también se hace en primavera, tratando siempre de que coincida con la menguante de la luna, que, según creencia, los animales sangran menos; quizás también porque el tiempo se mantiene más uniforme.

Se hace la yerra de dos maneras: a campo y en el corral o manguera.

En las yerras a campo (hoy casi ni se hacen), procedíase a la marcación y capación en la orilla del rodeo, donde en lugar aparente se hacía el fuego para calentar las marcas, de las que estaban encargados dos o tres hombres, así como también de capar, pues todo otro trabajo, enlazar, pialar, etc., lo hacían los hombres a caballo, los cuales tenían, dado la clase de trabajo, que cambiar o mudar caballo continuamente. Además, se precisaba mucho personal para contener (atajar el rodeo) a los animales para que no siguieran a los ya yerriados (marcados), que se soltaban al campo.

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Las yerras en manguera facilitaban el trabajo. Una vez el rodeo parado, se arrea el ganado a la manguera donde se encierra. A veces hay conveniencia de apartar los animales que se van a yerriar y llevarlos solos a la manguera, la que se ha preparado, arreglándole la puerta, con palos a los costados para que al rozar, los lazos o sobeos no se estraguen.

Una gran fogata, estratégicamente hecha a un costado de la manguera, lejos de la puerta, mantiene los fierros de las marcas suficientemente calientes para hacer el servicio pronto y el encargado  o encargados, están sobre aviso a grito de: “¡Marca!” o “¡Fierro!”;  también se solía gritar, y contestar “¡Va marca!” y corriendo llegar donde está el animal en el suelo, sujeto por lazos y brazos; para asegurarlo mejor, uno de ellos le ha pasado la cola por entre medio de las patas y tira apoyando un pie en la parte de atrás del jamón del animal. Así que llega el hombre con la marca, la planta con mano firme, pero sin hacer exceso de presión, pues correría el riesgo de que la marca se corriera, dejando la estampa borrosa, pues el animal al sentirse quemado, lanza bramidos de dolor y de rabia, moviéndose como puede.

Se sueltan los lazos; el animal en libertad, dispara para el campo, cuando no da vuelta la cabeza, la sacude y corre tras el jinete o de un hombre que está a pie (el más cercano) para embestirlo, balando al mismo tiempo, enfurecido; y embiste tan ciegamente, que he visto a un gaucho, obligado por defender el pellejo, echarle su poncho sobre las guampas, para taparle la cara.

A así se seguía; según la cantidad de ganado, duraban las yerras, hasta muchos días.

Al lado del fogón, está siempre la pava con agua caliente para el clásico mate y hasta un churrasco, que se hace solo o lo hacen todos, y, entre las cenizas, tirados al azar, los huevos de toro (criadillas), que de tiempo en tiempo, algún paisano pincha con la punta del cuchillo, lo pela cual una naranja y saborea el riquísimo bocado.

Cerca del fogón, hay un buen pedazo de grasa en rama, para pasar la marca, antes de ir nuevamente al fuego para calentarla. Algunos exigen una tina con agua, pues dicen que el fierro de la marca dura más y se limpia mejor.

En la yerra no hay más salario que el asado, el mate y la caña con que se obsequia a los que trabajan. La caña no puede faltar. ¿Cómo se premia un buen pial?; con el voto de todos: “¡Vale un trago!”

En las yerras en manguera, casi todo el trabajo lo hacen los hombres a pie; sólo dos, que son los enlazadores, encargados de sacar el animal a marcar, lo hacen de a caballo. Previamente se reparte el trabajo: uno es el capataz y por lo general es el encargado de castrar, a menos que se le ceda el puesto a alguno de reconocida buena mano; otro para poner la marca; otro para señalar (se aprovecha la ocasión para hacer todos los trabajos a mismo tiempo); los demás, con lazos armados, esperan la salida del animal, escalonados en la puerta de la manguera para pialarlo.

Algunos acostumbran poner frente a la puerta de la manguera, a una distancia de unos 30 metros, un palo plantado firme, cuya extremidad libre en forma de horqueta, es para que el enlazador pase el sobeo por encima y, de esa manera, pueda llevar al animal contra la horqueta y facilitar los piales.

Siempre en caso de marcarse con horqueta, emplean sobeos los enlazadores, para no echar a perder los lazos con el roce del palo de la horqueta.

Es la yerra la fiesta campera por excelencia en la cual toman parte todos los peones del establecimiento, los vecinos y hasta los amigos que aun viviendo lejos no desperdician el convite.

Ya desde la antevíspera y la víspera sobre todo, es un llegar a la estancia de paisanos bien montados; sólo los vecinos de muy cerca llegan el día del trabajo.

Todos llevan sus mejores caballos y  todos su lazo, acomodado con cierta presunción, sobre el anca del caballo, dejando caer dos o tres rollos, sobre las patas del animal. Es en la yerra que nuestros criollos echan el resto, en coraje, habilidad y fuerza; unos a otros se estimulan en el trabajo con sus proezas, tan propias de ellos, que, desafiando los peligros, parece que encontraran placer en arriesgarse; todos quieren sobresalir.

Siendo, como es, la fiesta de las fiestas, en el campo, era costumbre antiguamente que el día de la terminación de la yerra, se festejara con una gran comilona.

Hoy… ¡Hay bretes!...y el trabajo se hace fácil y sin darle mayor importancia.”

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